martes, 25 de septiembre de 2012

El otoño



Llega el otoño, los arces ya nos avisan con sus paulatinos cambios de color en su follaje, también nos avisa el menor tiempo que podemos ver al sol y su menor intensidad: la ruta de la tierra alrededor de su estrella y su inclinación respecto al plano de la eclíptica ha hecho que este incida de forma menos directa y  con menor duración en nuestro hemisferio.
El otoño es una bella estación, como lo es la primavera, el verano e incluso el invierno. Hay quien dice, y no sin falta de razón, que es la mejor época para visitar la naturaleza poblada con árboles caducifolios. Los bellísimos cambios cromáticos, donde las hojas han ido perdiendo la clorofila con la que realizaban  la fotosíntesis, han dado paso a la exposición de los pigmentos carotenoides, que cubren las  copas y el manto forestal de tonos amarillentos, rojizos o naranjas.
También el otoño es momento de migraciones, protagonizadas en gran medida por las aves, que se desplazarán de los espacios del norte de Europa, donde han nidificado y sacado adelante a sus crías, para volver a las zonas más cálidas en el sur del continente o en la propia África.
El otoño en la naturaleza es bello. En cambio, el otoño en los aspectos humanos no suele serlo tanto y así no lo ha sido en la mencionada África. Hoy en día, por ejemplo, se habla ya  de que no hubo realmente una "Primavera árabe" o de que fue un "Otoño árabe". Difícilmente podía ser algo una primavera con tales promotores y unas intenciones tan oscuras, que han generado unos resultados tan desastrosos; ya que no solo no fue en absoluto fecunda, como se espera de esta estación, sino que la destrucción, el empeoramiento y el retroceso han marcado su legado. El nuevo colonialismo ha dominado e impuesto lo que ya no solo es un otoño, sino un invierno árabe. Eso sí, la izquierda europea y norteamericana en gran medida han contribuido de forma muy notable a estas nuevas prácticas coloniales; en definitiva,  han colaborado de un modo u otro al robo y saqueo de los recursos de otros países por parte de los dirigentes occidentales ricos y corruptos, porque se puede ser de algún modo rico y no corrupto. No solo es responsable quien roba directamente, sino aquel que ve el suceso y calla o principalmente aquel  que participa en el robo mediante el engaño para que otros no actúen. Y esta ha sido la labor de buena parte de esa izquierda o de esos "defensores" de los derechos humanos, ya que sin ellos difícilmente se hubiese podido justificar lo injustificable.
A las personas no es acertado distinguirlas por ser de izquierdas, de derechas o de medio lado, sino por su honestidad, y la falta de honestidad ha sido notoria en esas fechas.

Documentos recomendables:

La primavera árabe: ¿engañados como a niños?Enlace

Juan Manuel de Prada da una lección a la izquierda. Enlace

La izquierda, la crisis y la justificación del colonialismo por motivos humanitarios. Enlace

When justifying imperialist intervention "goes wrong". Enlace

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